P’al feis: el ritual de compartir los rituales

Durante estas últimas semanas toda mi energía ha estado concentrada en una boda, la de una persona muy cercana a mí. La energía no sólo ha sido por la alegría de dicho evento, sino porque he acompañado a los novios en la planeación de la misma. Durante todo el proceso, desde el anuncio del compromiso hasta el último minuto de la boda, el común denominador ha sido la palabra «compartir». El novio decidió compartir en Facebook la alianza y el instante de entregar el anillo. Cientos de «likes» y comentarios invadieron el muro del hoy recién casado. Al siguiente día de la boda ya eran decenas de fotos las que circulaban por este mismo medio.

Una manifestación en particular fue la que más ideas me detonó, fue una  bastante cotidiana, pero significativa. Durante la ceremonia (realizada en un jardín), habían aproximadamente 15 personas rodeando a los novios con sus celulares, cámaras fotográficas y cámaras de video intentando inmortalizar el instante preciso. Me imagino a una orden de alquimistas intentando encapsular ya sea el encanto del momento, el amor o tal vez la eterna juventud en un matraz de Erlenmeyer. Tal vez a Grenouille en su obsesión por concentrar en una infusión el olor de una mujer hermosa. Ese proceso de captar el instante para poseerlo me parece sumamente interesante, porque creo que no hay sólo un acto alquímico, porque no es la búsqueda de la piedra filosofal, sino poseer el instante para después verterlo en las intempestivas corrientes de internet. Hay una especie de frenesí por dejar constancia de mi presencia, de poseer el instante y sobre todo de compartirlo.

Boda Sonia y Roberto_Valladolid_Eva Mansilla fotografia

El espectáculo fue maravilloso: múltiples flashes disparando hacia los protagonistas, movimientos inquietos para hacerse espacio entre los otros ojos que querían desnudar el instante, otros un poco más tímidos desde sus asientos intentando lo mismo y el resto de los invitados observábamos esa danza de miradas indiscretas. Similar a un concierto en donde mucho de los de las primeras filas (y los de las no tan primeras) en lugar de corear desenfrenadamente las canciones desprendiéndose de su cuerpo en un ritual casi orgiástico, optan inmóviles por grabar el instante con el celular.

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Gracias a la comunicación digital y sus parafernalias, parecería que lo más importante de estar no es el hecho mismo de estar, sino la posibilidad de registrarlo y compartirlo. ¿Para que ir a una boda o a un concierto si no puedo postearlo con imágenes? Parecería que esto es lo que muchos se preguntan y por lo que deciden entrar en esta espiral de visualidad desbordada, en donde la foto no sólo es testigo de presencia, sino presencia misma. Por ello, obtener el mejor encuadre en una boda es tan importante, es una forma de estar en la boda.

Desde hace siglos (en sociedades sin Facebook) el matrimonio ha tenido el objetivo de compartir con la sociedad dicha unión, pero esto no es exclusivo de aquella institución, en general la vida en sociedad implica compartir. Hacer partícipe al otro (y por lo tanto la comunicación) ha sido la base del desarrollo de la humanidad. En su ensayo Leer la mente, Jorge Volpi narra de manera sencilla y sumamente comprensible lo que sucede a nivel neuronal cuando nos contamos historias. Las neuronas espejo reaccionan ante la historia del otro y detona procesos neuronales que «espejean» lo contado. Así, si alguien está explicando lo mucho que corrió para llegar a la cita, el cerebro del que escucha se activa como si estuviera corriendo. Por lo tanto, especula Volpi, el contar historias y escucharlas es supervivencia, porque lo que escuchamos lo vivimos también y vivir el mayor número de experiencias implica mayores competencias para enfrentar las vicisitudes de la vida.

Este deseo de supervivencia se ha sofisticado tanto que hoy el hecho de compartir ya está lejos de su dimensión heurística y se ha convertido culturalmente en una forma de socialidad. Esta misma sofisticación ha modificado dramáticamente la forma en la que entendemos el tiempo y el espacio; así, tomar una foto en una ceremonia espiritual es mucho más importante que la propia ceremonia espiritual. Registrar el ritual es un ritual socialmente más trascendente que el ritual que se busca registrar.

Creo que hoy en día el deseo de compartir es el mismo que el de hace siglos. Antes se manifestaba de otras maneras (algunas hoy siguen existiendo), la diferencia está en las aparentes ilimitadas posibilidades de compartir nuestra vida casi en el mismo instante en el que suceden. Tal vez si los primeros homo sapiens hubieran tenido Facebook, habrían posteado la caza del día, tal vez hoy postear en Facebook tenga la misma dimensión mágica de dominar lo sagrado como nuestros antepasados lo hicieron en las cuevas de Altamira al dibujar al Bisonte. Las posibilidades son las que están transformándolo todo. Sin embargo, a diferencia de otras etapas del ser humano, la imagen tiene un dimensión distinta y que el crítico de arte y filósofo José Luis Brea explica de manera profunda en su libro Las tres eras de la imagen.

AltamiraBison

En el caso de la boda yo preferí disfrutarla sin ninguna mediación tecnológica, verla en vivo; pero confieso que hoy me arrepiento de no haber tomado una que otra foto para compartirlas y también confieso que ya quiero ver el video. Como ya lo he mencionado en otras entradas, no soy un nostálgico del pasado que cree que los tiempos anteriores son mejores a nuestro presente. Es fascinante que ver un atardecer hermoso, escuchar una pieza musical que mueve tus fibras, probar un platillo delicioso, hoy nos mueva a quererlo compartir y tener las herramientas para hacerlo. Lo interesante es cómo nuestras capacidades sociales potenciadas por la tecnología nos están desplazando a nuevas formas de vivir el aquí y el ahora. Yo creo que a veces dejamos de disfrutar el instante con tal de registrarlo y compartirlo, pero tal vez yo soy un inmigrante digital que no entiende del todo nuestros tiempos o tal vez, como sucede en la curva de aprendizaje cada vez que una nueva tecnología se introduce en la sociedad, tarde o temprano encontremos el equilibrio e integremos de manera menos desbordada este deseo por anteponer el ritual de compartir frente al ritual mismo que deseamos compartir.

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